8 de mayo de 2008

Cristina

Cristina tiene seis años, y dice que es una ancianita atrapada en un cuerpo pequeño. Se hace la mayor, pero cuando nadie la ve, juega a muñecas. Si la buscas, sin duda la encontrarás semihundida en el sillón rojo de la biblioteca, aquel que solía ocupar el señor del oscuro retrato, antes de que desapareciera. A este sillón viejo y con la espuma saliéndole por los lados, Cristina lo llama El Trono, y todas las tardes se acomoda en el como puede, con algún libro que abulte el doble de ella y que el azar halla dejado encima de una mesa no demasiado alta , ya que es algo bajita para su edad.
En la Casa, nadie tiene tiempo para darle un libro a Cristina, todos están demasiado ocupados con sus grandes vidas como para fijarse en ella. Por esto, la Niña, como la llaman los Grandes, ha aprendido a leer con García Marquez y Jane Austen, con Charles Dickens y las Bronte, pero raramente acaba un libro, ya que cuando los Grandes se dan cuenta de que la Niña está ahí otra vez, deciden que ya es demasiado mayor para estar ganduleando, le quitan su libro, y dicen que debe ponerse a repasar las tablas de multiplicar.
Cuando va por la tabla del dos, Tomasa, la cocinera le deja de prestar atención y Cristina hulle del territorio de las cacerolas como alma que lleva el diablo. No para de correr hasta que llega al desván izquierdo, donde ni su primo Rafita se atreve ha entrar. Este es el Reino de Cristina.

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